viernes, 26 de octubre de 2018

San Carlos Borromeo, Arzobispo de Milán J.M.J.


S. Carlos Borromeo.
     San Carlos cuyo nombre significa "hombre prudente" ha sido uno de los santos extraordinariamente activos a favor de la Iglesia y del pueblo que sobresale admirablemente. San Carlos Borromeo, un santo que tomó muy en serio aquella frase de Jesús: "Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que gasta su vida por Mí, la ganará", murió relativamente joven porque desgastó totalmente su vida y sus energías por hacer progresar la religión y por ayudar a los más necesitados. Decía que un obispo demasiado cuidadoso de su salud no consigue llegar a ser santo y que a todo sacerdote y a todo apóstol deben sobrarle trabajos para hacer, en vez de tener tiempo de sobra para perder.
San Carlos Borromeo de cardenal.

Era de estatura algo más que mediana, grandes ojos azules, cabello negro, nariz larga y tez pálida. Llevó barba corta y desaliñada hasta que en 1574 mandó al clero que se la cortase precediendo él con el ejemplo. La impresión que producía en los embajadores era de timidez y modestia, hasta el punto de tenerle algunos por poco apto para los cargos. Un defecto de la lengua que lo hacía precipitarse al hablar, reforzaba todavía la impresión desfavorable. Pero la práctica en el oficio, la energía de su carácter y su espíritu sobrenatural le fueron dando mayor destreza en el desempeño de sus funciones, hasta quedar patente su extraordinario talento de gobierno.
San Carlos trabajó muy duro
 y murió muy joven.
Nació en Arjona (Italia) en 1538. Desde joven dio señales de ser muy consagrado a los estudios y exacto cumplidor de sus deberes de cada día. A los 21 años obtuvo el doctorado en derecho en la Universidad de Milán. Un hermano de su madre, el Cardenal Médicis, fue nombrado Papa con el nombre de Pío IV, y éste admirado de sus cualidades nombró a Carlos como secretario de Estado. Más tarde, renunció a sus riquezas, se ordenó de sacerdote, y luego de obispo y se dedicó por completo a la labor de salvar almas.
San Carlos muy devoto del crucifijo.
      San Carlos fundó 740 escuelas de catecismo con 3,000 catequistas y 40,000 alumnos. Fundó además 6 seminarios para formar sacerdotes bien preparados, y redactó para esos institutos unos reglamentos tan sabios, que muchos obispos los copiaron para organizar según ellos sus propios seminarios. Fue amigo de San Pío V, San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Félix de Cantalicio y San Andrés Avelino y de varios santos más.
Relicario que se conserva en Roma
con el corazón de San Carlos Borromeo.
      Pío IV fue el autor de la tercera convocatoria del concilio de Trento. También algunos biógrafos han exagerado el papel que desempeñó el joven Cardenal en aquella asamblea ecuménica. La difícil reapertura se celebró el 18 de enero de 1562, aunque la bula de indicción, de 29 de noviembre de 1560, señalaba el 6 de abril de 1561. Como secretario de Estado dirigió la negociación previa y toda la correspondencia entre Roma y Trento. Además tomó también parte especial en la acción mediadora de Carlos Visconti, obispo de Ventimilla, en el desacuerdo entre el Cardenal de Mantua, presidente del concilio, y el Cardenal Simonetta, representantes uno y otro de las dos tendencias conciliares sobre el derecho de residencia de los obispos.
      También logró Carlos del concilio que la reforma de la curia romana se reservase a la decisión del papa, con lo que se evitó una cuestión muy espinosa que hubiera originado serios conflictos. Una comisión cardenalicia -encargada de la reforma de la música sacra delegó en los Cardenal Borromeo y Vitelli esta misión. Ellos encargaron a Palestrina, maestro de capilla de Santa María la Mayor, la composición de tres misas con arreglo a la norma de hacer una música inteligible.
      A partir de 1563 se suavizó la tensión entre Roma y Trento. El cardenal nepote concentró sus esfuerzos en la terminación del concilio, cuyos decretos se promulgaron con la bula de 26 de enero de 1564, donde figura su firma.
     Como arzobispo de Milán, de donde fue preconizado el 12 de mayo de 1564, quiso implantar cuanto antes en su diócesis las reformas tridentinas. Envió como vicario general a Nicolás Ormaneto con el encargo, entre otros, de abrir un seminario diocesano, cuya dirección y profesores (en número de 30), obtuvo del general de los jesuitas, P. Laínez. Para la reunión del concilio provincial, prescrito por Trento, solicitó permiso de Pío IV para ir a celebrarlo personalmente. Hizo la entrada solemne en Milán el 23 de septiembre de 1565. En su viaje de vuelta a Roma, recibió noticias alarmantes sobre la salud de su tío. Apresuró entonces el paso y a duras penas llegó a tiempo para administrarle los últimos sacramentos y recibir su postrer suspiro (9 de diciembre de 1565).
San Carlos tuvo un amor
intenso a Jesucristo.
     Murió cuando tenía apenas 46 años, el 4 de noviembre de 1584. En Arona, su pueblo natal, le fue levantada una inmensa estatua que todavía existe.
Detalle de la tumba de San Carlos Borromeo.

      El historiador Pastor resume acertadamente su vida en estas palabras: «El Cardenal de Milán, con la acerada rectitud de su carácter se presenta a los ojos de sus contemporáneos y de la posteridad como uno de los grandes hombres que lo sacrificaron todo para hallarlo todo; que renunciaron al mundo y precisamente por su renuncia ejercieron un inmenso influjo sobre él. Fuera del fundador de la Compañía de Jesús, ningún personaje ejerció tan honda y duradera influencia en la restauración católica como S. Carlos Borromeo; es una columna de la historia eclesiástica en la frontera de dos épocas, el Renacimiento moribundo y la victoriosa Reforma católica» (Pastor, vol. 19, 116).
Féretro de San Carlos Borromeo
en la catedral de Milán.
     Su cuerpo se conserva incorrupto en la cripta de la catedral de Milán, encerrado en una soberbia caja de plata, regalo de Felipe IV de España. Fue canonizado el 1 de noviembre de 1610. Su fiesta se celebra el 4 de noviembre. La iconografía del santo es muy rica. El mejor cuadro es el pintado por Ambrosio Figini y conservado en la Biblioteca Ambrosiana de Milán.
Consideración espiritual: Los santos son siempre modelo y ejemplo para nosotros, hellas para seguir a Jesucristo, sus vidas nos ayudan y animan a seguir luchando por parecernos más y más a Nuestro Señor y por eso leer vidas de santos es tan beneficioso para todo cristiano que quiera crecer en Amor de Dios.
Publicado: O.Revette 26-10-2018

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